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jueves, 1 de diciembre de 2011

La hermandad del alma con el corazón exiliado

Una estrella se apaga en el corazón moribundo

y la estela del alma mengua hacia el olvido,

en el lugar donde nacen el temor y la duda,

en el lugar que los recuerdos perduran.



Espera princesa el desvío del heraldo

que porte la nueva,que incline el destino,

pues has de saber que su corazón se muere,

por tocar tu alma y hacer que sonría.



El devenir de los día castiga tu rostro

donde tus sueños vislumbras y se pierden,

por el río de lágrimas y añoranzas vacías,

durmiendo a lo lejos el sol entre las nubes.



Tú que lejana ves la morada

en un velero que no llega a puerto,

escucha el clamor del latir desesperado,

que rige desbocado dando aliento a la velas.



El te siente a su lado,como a su corazón helado

por el temporal que frena,su avande entre la olas

y lleva al límite su timón,ante la furia de los mares,

donde el marino no descansa ni naufraga.



El marinero a buen puerto se acerca

la vela mayor rasgada y lo cabos marcados,

con los vientos fríos y la mar agitada,

y el que viaja a tu encuentro con semblante implacable.



Un lucero sobre tus manos alzadas

río arriba se adentra,

ya te conmueve la bandera,

en el rostro del navegante insaciable.



Aldebarán,para Narazwa

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