Allá donde las aguas susurran al viento,
el rey me brinda su manto
y su brisa sin demora se esconde,
cuando camino despacio y contemplo.
El reclamo vibrante del correlimos me llama,
a los valles de la sal y del olvido
para sobre mis pasos ser el que evoca,
entre reliquias y zarcillos.
Mi temple es la saeta sobre el cielo
donde la cigüeña majestuosa vuela,
y mi mirada es la canción a la deriva
que corrige su rumbo sobre el horizonte.
Camino sobre el sendero ¡Y mí alma sonríe!
Tras el puente la hermandad del alma
con el corazón sobre la pluma
que pide cobijo entre la espartina y el armajo.
Mi llanto es el testigo del tiempo
cuando huelo el aroma de su esencia,
en sus tierras mancilladas por el hombre,
y en tu abrigo yazco maltrecho ¡Cuánto ten han herido!
Aldebarán,(Nota de este poema: está dedicado al parque natural que recorro todos los días)
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