Caballero de la luz
que con tu espada marcas el camino,
que en tu corcel suspiras por el mundo
iluminando el amanecer
y dando sentido al amor del querer
que no tenía colorido,
que estaba escondido
y volvió a renacer
como lo hace un niño
con ese cariño,
sin maldad, tierno y dulce
puro y limpio.
Caballero del dragón
que la llama de la vida no escondió,
y comparte con amor
venciendo el miedo
y el pesimismo,
luchando sin dolor
en contra del viento y la tormenta
y repartiendo cada flor
que con el primer rayo de sol ha salido.
Dámaris Fernández
sábado, 19 de mayo de 2012
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