Un bello sol tras la aurora
Llevada el susurro de la fuente
desde el arca de su majestuosa presencia,
abrazada por su hilo divino
en el oasis de la cofradías,
de pétalos y luciérnagas blancas.
!Sonríe y florece¡
Como altar alumbrando lo infinito
se sumerge en el halo rosa
y extiende sus raíces,
como solapando a lo supremo.
La almudena dorada abraza su aura
y se convocan los crisoles para la flor de la vida,
la sonata encadenada de los ruiseñores atemporales suena
en un delirio perpetuo que evoca su maestría,
en el latir silencioso de su de su magia.
¡Luminaria!
Que enciende el firmamento desde el otro lado del velo,
donde las hojas perennes crecen y se sostienen,
donde bebieron del manantial de tu enseñanza
para esculpir con grabados de oro,
una ladera de zafiros y gemas
en el corazón humano.
!Liberada y expandida en lo eterno¡
Engalanada con tu armadura de luz
en el amanecer de lo ungido por lo sagrado,
trasciendes y te sublevas ante tus sobras
y remeces como una columna infranqueable de fuego divino,
quebrando, a las fuerzas oscuras que huyen en desbandada.
!Te divisamos¡
Entre las entretelas de nuestros crisoles,
como la aurora que ilumina cada noche
y siembra de senderos custodiados por la templanza,
que expande el espejismo, para cruzarlo, con un adagio sostenido.
Para Iris.



